No calla. A cada momento que intento pensar menos en él, que intento olvidarlo, parece gritarme más y más. Es constante. Y a pesar de la oscuridad total de la noche, lo siento (y sabe que lo siento). Siento que está ahí, mirándome, con esa sonrisa sarcástica que tanto odio.
Sé (y él sabe que yo sé) que puede estar así toda la noche, no piensa parar. Tic, tac, tic, tac. Sabe (y yo sé que él sabe) que mi cabeza es en estos momentos un campo de prueba nuclear, que la actividad no cesa un segundo, que las preguntas me atosigan una tras otra. Y tic, tac, tic, tac.
Me levanto de un salto violento y lo manoteo, mientras caigo en la oscuridad. No para de gritar. Tic, tac, tic, tac. Presiente el final, y por eso da pelea. Forcejeamos, rodamos por el piso. Le desgarro la tapita con furia. Tic, tac, tic, tac. Agoniza. Tantas noches me hiciste sufrir, tantas veces disfrutaste con mis martirios. Te llegó la hora (vaya paradoja). Le arranco su corazón de níquel, mientras siento que su respiración se apaga de a poco. Tic… tac… ti…
Desde esa noche exhibo su cadáver con mórbido placer. Sus agujas putrefactas siempre marcarán la hora de su muerte. Ahora tengo que matar las preguntas. Esa es la parte jodida.
Leave a Reply