Me pregunto en qué momento de la vida se nos enseña el significado de la palabra tristeza. ¿Quién es el jodido y macabro profesor de esa lección? Sí, lo mismo podría preguntarse uno con cualquier concepto abstracto. Pero hoy es tristeza. Esa es la verdad.
No puedo recordar mi primera vez con la tristeza. No sé si alguien podrá, pero yo intento y no puedo. Pero debe estar ahí escondida, en algún rincón, agazapada. Es la madre. Es la madre de todas las que vinieron, vienen y vendrán. Las alimenta.
La tristeza no discrimina. Podríamos, desde alguna cómoda posición, sostener que hay tristezas que no se comparan con otras. Empiezo a dudarlo. Son todas una mierda. Desde la tristeza más estúpida hasta la más seria.
Y freno acá. Freno acá porque es una mierda lo que escribí, tenía más o menos una idea pero se deformó poco a poco, mientras avanzaba. La puta que lo parió. Lamento defraudarte, si llegaste hasta este punto buscando algo bueno, algún remate sorprendete. Hoy no va a poder ser. Chau.
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