Desafino cuando canto. Tengo una panza incipiente. Soy narigón y mi dentadura es un desastre. Ni hablar de mi pelo. Chivo mucho las axilas. Meo cada dos segundos. Como con la boca abierta y fumo mucho. Camino arrastrado. Juego mal al fútbol. Veo mal a pesar de tener lentes, y soy medio bizco. Tengo fea voz y modulo como el orto. No combino la (poca) ropa que tengo. No me crece la barba. Y me chupa un huevo.
Me chupa un huevo. Porque disfruto una buena charla como una buena cogida. Respeto a las mujeres. Me preocupo por vos. No especulo con la gente. Digo lo que siento, como lo siento, esté donde esté y sin importar las consecuencias. Me juego por lo que quiero. Dejo el cuerpo en un abrazo y el alma en un beso. Me conmueven las cosas simples. Estoy siempre. Prefiero unos amargos a una cerveza evasiva. El mundo frena cuando escucho una buena canción. Escribo sin importarme si lo hago bien o mal, simplemente escribo, porque me gusta. Te hago reír. Me pierdo en tus ojos. Defiendo a los que quiero. Presto el hombro. Veo lo que otros no ven. Escucho. Respeto. Y te entiendo.
Tengo esperanzas. De que alguna vez esta sociedad enferma valore lo que debería valorarse. De que finalmente lo importante sea lo de adentro… porque, diganme sino: ¿en qué cabeza cabe que no hay una fila de mujeres esperando por golpear mi puerta?
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