Terrible bestia de hierro, fierro y negro. Símbolo de despedidas dolorosas. Me pregunto cuántas personas se habrán separado con un tren en medio, cuántos andenes habrán sido espectadores mudos de la misma escena, una y otra vez. Y qué cagada convertirse en actor de una de ellas. El tren, tan cotidiano y fugaz a los ojos, se lleva todo de una vez, sin dudarlo. No vacila. Arranca eternamente hacia el horizonte, no mira nunca atrás. Se escapa de mis ojos, cruzando el sol, con vos adentro. Se escapa de mis manos, terco hijo de puta, con vos adentro. No carga personas; carga sueños, esperanzas, ideales, temores.
Penélope lo sabía. El tren no mira nunca atrás. Pobre infeliz. Ahora entiendo lo de tejer sueños en la mente. Tristes a fuerza de esperar.
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