Jugamos. Sin prisa ni malicia, jugamos. Las fichas están en el tablero, los peones cargan nuestras vivencias que se van trasladando de casilla en casilla. Hay que pensar las jugadas, hay que adelantarse, considerar la movida del otro. A veces dejamos la partida un rato, para clarificar las ideas, lo que no significa rendirse o terminar. Simplemente está ahí, esperando. Esperando por ver quién se anima a dar el siguiente paso, cuál de los dos arriesga un poco más. Vamos de a poco.
Pero que se agarre el mundo cuando los peones hayan caído y los enroques den resultado. Que tiemblen las tierras y los mares cuando llegue el final de jaque mate. No hay tablas para nadie. Se rasgarán los blancos y los negros y caerán infinitamente por el precipicio, por la grieta que le haremos a esta realidad; solo un momento tal vez, eterno como pocos, suspendido en tus historias y mis pasados, adoquinados para fusionarnos por una vez y para siempre en un beso escondido.
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