No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Pessoa

Me llamo Marcelo Nicolás y tengo 24 años. Me gusta dormir hasta tarde, el asado con papas fritas, tirarme pedos, eructar y ver lo que sale cuando me limpio las orejas con un hisopo. Hasta hace unos meses estaba convencido de que el amor no existía, de que quería morir soltero, viviendo solo, cogiendo mucho, sin casarme, sin hijos y sin mascotas.

En Agosto de 2006 abrí No es porno y empecé a escribir. Había leído Mujer Gorda de Casciari (acabo de enterarme buscando el link que recientemente editó una novela) y, sincerémonos, creo que siempre quise algo así. Quería escribir y tener prestigio, tener cientos de comentarios y que alguna editorial me llamara para sacar No Es Porno en papel. Siempre envidié los blogs que terminaban impresos. Patético, ya sé.

Escribir el blog me llevó a leer otros blogs. Leer otros blogs me llevó a meterme más en internet y a una realidad paralela, virtual, online. En el último tiempo empecé marketinearme más, me hice un perfil en Twitter, publiqué los posts en Facebook, escribí en frío, quise salir en Oblogo, con la esperanza de pegar algo de éxito.

Hasta que me enamoré.

Muchas lindas y tristes palabras escribí cuando me sentía lastimado, defraudado, cuando quería recuperar algún cariño de alguna mujer que se habia cruzado en mi camino, cuando quería hacerme el gracioso, el ingenioso. Hoy, no encuentro ninguna que pueda expresar lo que siento por la mujer que duerme en la habitación de al lado. Recién fui a verla, no sabés lo que es. Está hermosa, despatarrada en la cama, abrazando la almohada, con la boca semi abierta, despeinada y roncando un poco. Me quedé apoyado un rato en el vano de la puerta, mirándola iluminada por la poca luz que entraba en la habitación y escuchándola suavemente. Me acerqué despacio y le di un beso en el cachete. Tiene la piel suave, tersa, y me gusta sentir como la mejilla se hunde un poco al contacto con los labios y su calor y mi calor se vuelven uno. Después del beso, se acomodó un poco y me dijo entre sueños un “te amo” ronco y siguió durmiendo.

Y no me dan muchas ganas de seguir escribiendo. Es sólo un “gracias” por haberte detenido ahora o alguna vez a leerme, a dejarme un comentario. Me llevo casi 200 escritos, 3 borradores que nunca terminé de escribir (“El Síndrome de la Linda del Grado”, “Los Comunes”, “Arcoiris”), un montón de comentarios hermosos y otros no tanto, algunas bellas historias y sus recuerdos.

Esto no es un final, es una despedida. Un clásico último post es “ya me leerán en tal lado” o bla bla. Yo le dejo el oficio de escribir a los que realmente saben, a los clásicos, a los que estudian para eso, a los que eligen dedicar su vida a la literatura. El mundo no se pierde mucho sin mi prosa, lo sé. Escribiré para mí en mis cuadernos o en las cartas que le envío a la mujer que amo. El blog no me acaricia, no me abraza ni me besa ni me acaricia el pelo, no me calienta la toalla en la estufa para cuando salgo de la ducha ni me calienta la pizza cuando llego tarde a casa como lo hace Ella.

Así que eso nomás. Hasta siempre. Me voy a vivir un rato.


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