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Buenos Aires, Ámsterdam, Bicisendas



Tuve la suerte de vivir en Ámsterdam un año. De 2014 a 2015. Nos fuimos Bárbara, mi pareja en ese momento, Santino, hijo del corazón, Dante, hijo de la sangre.

Dante tenía 11 meses de vida. Cumplió el año en un hotel de Amstelveen.

Pero bueno, no quiero hablar de mí. Quiero hablar de otra cosa.

El tránsito en Buenos Aires

Comparado con otras ciudades, el tránsito de Buenos Aires puede que no sea tan malo como parece. Es decir, hay peores.

Este fin de semana vino un viejo amigo que conozco de toda la vida, José, un hermano. Estuvimos paseando por la ciudad y nos dijimos: “Está linda Buenos Aires, eh”. La disfrutamos. Y es verdad que está linda.

Estéticamente.

Iba a continuar el texto expresándome puntualmente sobre cierto partido político pero como soy anti-partidos políticos (no anti-política), voy a ir al hueso.

Estética no es gobernar

Se puso de moda eso de llamar “gobernar” a los toques estéticos. Siendo un diseñador no puedo negar que Lo Visual es importante, pero más importante sería planificar a futuro, sostener proyectos a través de los mandatos y tantas otras cosas que la política argentina se niega a darnos.

Es que no les interesa.

A la política argentina no le interesa gobernar. Tiene otros intereses. Y ya es muy obvio.

Ámsterdam y las bicicletas

Es conocido que Ámsterdam y los Países Bajos en general tienen una larga tradición bicicletera. Pero no siempre fue así.

En los 50s y 60s hubo un masivo aumento en la cantidad de automóviles en las calles, generando al mismo tiempo una disminución notable en la cantidad de viajes en bicicleta que se hacían en la ciudad. Se pensaba que los autos eran el transporte del futuro, y que la bicicleta iba a desaparecer.

Este aumento en el tráfico motorizado no fue gratuito. Las fatalidades en accidentes de tránsito rozaron el pico de 3.300 muertes en 1971.

Más de 400 niños/as murieron en accidentes de tránsito ese año.

¿Alguien puede pensar en los niños?

Ante los hechos mencionados la ciudadanía se puso en marcha, manos a la obra y comenzaron movimientos de concientización, el más conocido: Stop de Kindermoord (“Paremos las muertes infantiles”)

Salieron a la calle a protestar, a hacer demostraciones; a hacer política, básicamente.

Al poco tiempo Stop de Kindermoord creció, organizando días especiales donde las calles se cerraban para que la niñez pudiera jugar a salvo. Tanto éxito tuvo esta organización que terminó siendo subsidiada por el gobierno, estableció oficinas y empezó a planificar y pensar ideas para un planeamiento urbano más seguro, que finalmente derivó en el concepto de woonerf: un nuevo tipo de calles “people-friendly” (amigable para peatones) con reductores de velocidad y zig-zags para forzar a los autos a manejar bien lento.

A partir de estas iniciativas, más organizaciones surgieron y la ciudad floreció para las biciletas.

Volviendo a Buenos Aires

Está claro que Buenos Aires no es Ámsterdam. Pero cuento el caso de Ámsterdam para concientizar sobre cuánto podríamos estar haciendo si nos organizáramos mejor. Si discutiéramos menos.

Si los partidos políticos tuvieran la voluntad de trabajar en pos de un futuro mejor y no solamente andar haciendo marketing y palabras combativas.

Pensaba el otro día si no podríamos usar estadísticas combinadas con activismo y tecnología para mejorar el tránsito de la ciudad.

Pero bueno, se me terminó haciendo largo este texto y ya estoy cansado.

Retomaré la idea en el futuro.


El que sigue es: Hacer para aprender >>
<< Te dicen es el anterior