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El problema no fue hallarte
Nota del autor: este post es parte de una serie, podés leer los anteriores:
Me olvido de las cosas. Ese es el problema. Mirá, me apuré a escribirlo porque a veces me olvido que me olvido de las cosas.
Es terrible. Imaginate.
Es curiosa la mente. La mía, como te digo, se olvida de las cosas. Pero ahora que lo pienso ¿qué son “las cosas”? Uf. ¿Te dije que tengo tendencia a divagar? Dame un segundo que me fijo algo…
Ah, sí. Lo dije. En el posteo anterior. Es más, dije (en el anterior): “tengo un problema: divagar”. O sea que ese era el problema. Divagar. Pero recién dije que el problema es que me olvido de las cosas. Carajo, qué quilombo.
De repente me acordé que Mica dijo que “tal vez divagando podés llegar a una reflexión mucho más profunda y encontrar realmente la respuesta”. Me encantó eso cuando lo leí. Me había olvidado pero ahora mientras escribo esto, me acordé. ¿Será que escribir podrá ayudarme? ¿A acordarme de las cosas?
¿Será eso el “esto” que me dijo El Licenciado que hiciera?
No me acuerdo.
Pero bueno. Estoy escribiendo. Y me gusta. Encontré este lugar donde se alojan mis palabras. Una fogata calentita en una cabaña. Miro por las ventanas, solo se ve blanco. Afuera es invierno y hace frío. Adentro es invierno y hace frío. Pero la fogata.
Calentita.
Las palabras. Calentitas. Las manos. Calentitas. El mate. Calentito.
Me dijo El Licenciado que haga algo, y ya no me acuerdo qué.
Mañana tengo sesión.
Le voy a preguntar.
El que sigue es: 182 >>
<< 181 es el anterior