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Manifiesto Comunista: ¿Quién habla?



Hola, me presento, soy Marcelo Mazza. Soy un escritor amateur, entre otras cosas. Podés leer más sobre mí en ¿Quién soy?.

Ya que este es “un libro” político, y como La Política para algunos es pasión, me parece atinado aclarar un poco mi historia política. Y algo había escrito al respecto, alguna vez.

Dejame buscarlo…

Biografía política, económica y social de un argentino cualquiera

Nunca le dije a nadie por quién voté, en ninguna de las elecciones en las que participé. Ni a mi familia. Será que me tomé eso del “voto secreto” muy en serio. O en realidad, para ser sincero, siempre me dio un poco de miedo o quizás vergüenza el qué dirán. Miedo a estar equivocado. Este miedo hoy me parece una huevada, pero bueno. Hay cosas que no podemos controlar.

No puedo cambiar lo que fui.

Pero puedo trabajar sobre lo que soy.

Así que este texto es a la vez biografía y primicia. Voy a contar por quién voté en cada una de las elecciones presidenciales que me tocó participar. Wow, y a quién le importa. A mí me importa.

Lo que pongo acá lo considero firmado. Por eso soy responsable con lo que digo.

Eso me lo enseñó mi papá.

Mientras cuento eso, voy a contar varias otras cosas. Veremos qué sale. El objetivo de este texto es, por un lado, aclarar mi posición política (ya que vengo hablando de política en varios ámbitos) porque parece ser que hay gente que todavía piensa que una persona es y se define por su posición política. Vivimos en una sociedad tan bastardeada en general, con tanto miedo, con tanta desconfianza. Ya no sabés en quién confiar.

Es gravísimo.

Por otro lado, escribo este texto también pensando que quizás alguien puede sentirse identificado con mi historia y reflexionar sobre sus ideas respecto a la realidad que hoy nos toca vivir. De todas maneras considero que “mi historia” no tiene nada de especial, pero parafraseando a Viktor Frankl: “todos tenemos una historia personal digna de ser narrada, aunque sea por el mero hecho de ponerle rostro humano a la experiencia”.

Nací en Junio de 1985. Desde ya que no me acuerdo cómo se vivía en esa época, pero

Inundación, la lluvia del siglo, 14 muertos, 90.000 evacuados. Aumentan las naftas. Fútbol, asaltos, un millón de personas sin luz, miles de familias quedaron sin techo, aumento en combustibles del 30%, tenis, Gabriela Sabatini, Alfonsin y la C.G.T., olla popular para los inundados, jubilados cobrarán el 100% de inflación, aumento del 28,3% para los taxis, el costo de vida aumentó un 25,1%, reajuste salarial del 22,59%, suspenden desalojos, alzas en los transportes, se concretó el acuerdo con el fondo monetario, no habrá más aumentos adicionales en las naftas, aumento extra del 12% en naftas, devaluaron el peso en un 18%, protesta por los minitaxis, congelarán salarios, precios y tarifas por 60 días, rearán una nueva moneda argentina, política de shock contra la inflación, rige el austral como moneda argentina: 1 austral equivale a 1.000 pesos, ganó Central, aplican el sistema de precios máximos, el dólar paralelo se aproximó a la cotización oficial, crearán un organismo para la reactivación económica, un ente autárquico privatizará empresas públicas, gestionará la C.G.T. que no se produzcan despidos y cesantías, suspendieron el paro docente, estudian un impuesto a los viajes al exterior.

Eso no lo escribí yo. Es un breve resumen de las tapas de Clarín a lo largo de Junio de 1985. Pienso que en esa época no se vivía tan diferente a cómo vivimos ahora, básicamente.

Si no te hubiera dicho que esas tapas son de 1985 podrías creer que tranquilamente fueron las de 2021.

O, por lo que he vivido hasta ahora, de cualquier año en Argentina.

36 años pasaron y seguimos haciendo y diciendo más o menos lo mismo. Ya está, basta.

Pero bueno, volvamos al texto. Crecí en un hogar de clase media radical, pero no militante. No recuerdo que se hablara mucho de política en casa (a decir verdad, no recuerdo que se hablara mucho de nada) así que en ese sentido la poca influencia política recibida durante esos años provino probablementte de las tapas de Clarín, diario que se compraba todos los domingos y la televisión que se miraba en casa.

No tengo recuerdos políticos de esa época.


Mi primer recuerdo “político” son las elecciones de 1995. Yo tenía 10 años y me acuerdo que Menem me parecía gracioso, simpático, aparecía en la tele. Ese Marce todavía niño decía una frase con supuesto acento riojano que ya no recuerdo y era la delicia de los adultos, los hacía reír. Ponele que algo así como “no los voy a defraudar”.

Me acuerdo de acompañarla a mi vieja a votar y quedar completamente decepcionado ante un cuarto oscuro que no era oscuro para nada. Me acuerdo preguntarle a ella por qué había votado a Massaccesi. Se lo pregunté en la calle, en voz alta, y me dijo “shhh” con el dedo índice en la boca, como una enfermera.

Me sentí mal, porque pensé que me había mandado una cagada.

No me acuerdo qué me respondió.

Estoy en quinto grado de un colegio católico subvencionado por el Estado y mi maestra se llama Teresa.


\1999. Segundo año de la secundaria. Qué frío entrar a las 7 de la mañana. Tengo 14 años y soy adolescente. Estoy contento porque ganó de la Rúa, el candidato que se votaba en casa. Igual no entiendo mucho, ni sé cómo está el país, ni me interesa. Solo quiero dibujar y leer. Se venía el año 2000 y recuerdo las noticias medio catastróficas porque las computadoras venían manejando los años con dos dígitos (es decir, 1999 era “99”) y decían que todo se iba a resetear cuando pasaran a “00”.

Yo estaba tranquilo porque para mí, no iba a pasar nada.


\2001. No recuerdo de manera directa la crisis, todavía no tenía economía propia. Sí recuerdo que mi viejo nos juntó a mi vieja, mis hermanas y a mí para decirnos que la mano se venía dura, que íbamos a estar ajustados con la plata. Creo que casi llora, o lloró. Yo con 16 no entendía nada, aunque ya era grande.

Hoy que me estreso porque se me enfría el agua del mate rápido,
no puedo ni imaginarme lo que habrá sido para mi papá esa época.

Ni para todos los demás, desde ya.

Llega Diciembre. Los ánimos sociales venían caldeados hace rato, pero esto lo sé ahora, en ese momento lo único que hacía era juntarme con mis amigos en un kiosco que estaba a 3 cuadras de casa, a pasar el rato. Ni me acuerdo de qué hablábamos. Ni recuerdo cómo éramos. Y no fue hace tanto tiempo. Lo que sí creo recordar es una sensación de angustia y desesperanza por parte de mi viejo y mi vieja. Verlos a ellos así. Preocupados por mis hermanas y yo. Diciéndome que tuviera cuidado den la calle.

Hoy, en Junio 2021, miro en YouTube videos de esa época. El primer resultado es un extracto de “Memoria del Saqueo” de Pino Solanas. Las imágenes son terribles, increíbles, reales y surrealistas a la vez.

Ya las había visto antes, por supuesto, pero cada vez que las vuelvo a ver me impactan de manera diferente.

Esta vez por primera vez lloro con la escena de un chico desnutrido en una cama de hospital, con un respirador en el rostro.

Niños en patas caminando en un basural.

Las caras de la gente cantando “el pueblo, unido, jamás será vencido”.

La policía montada avanzando sobre las Madres de Plaza de Mayo.

La gente diciendo que tiene hambre, que quiere trabajar.

Un pibe baleado en el pasto de la plaza, el cuerpo flaco, sin vida.

Murió demasiada gente.

De repente, me saca del contexto el relato épico de la voz en off, y de repente, un mensaje en la pantalla, fondo negro, letras blancas: “primera victoria argentina contra la globalización”. ¿Qué? ¿39 personas muertas y hablamos de victoria? ¿Contra la globalización? ¿De qué estamos hablando? La capacidad creativa que tenemos para mezclar problemáticas diferentes es realmente admirable.

Lo que pasó en Diciembre de 2001 no fue ninguna victoria, señores y señoras. Fue una catástrofe. Vivimos en un estado de catástrofe permanente. Y lo más preocupante de todo es que es evitable. Es recontra evitable.

Después de ver eso, de ver al pueblo entero sin distinción de clases sociales caceroleando en la calle, pienso en cómo hoy la “caceroleada” se terminó constituyendo como una supuesta protesta de “la clase alta” o de “los chetos” o de “señoras”. Y esto es un significante construído en los últimos años, porque claramente en ese video no había ni “clase alta” ni “chetos” ni “señoras” caceroleando. Era toda la sociedad junta.

Pienso en la suerte que tuve. Ya en esa época yo empezaba a sentir que “no tenía plata”, no recuerdo exactamente el primer momento en que sentí eso, pero es parte de lo que quería contar. Lo que me pasa mientras escribo, es que me da hasta vergüenza hablar de algo tan frívolo como eso, ante la lista de los 39 muertos que tengo ante mis ojos.

Diego Ávila, 24 años. Víctor Ariel Enríquez, 21 años. Roberto Agustín Gramajo, 19 años. Julio Hernán Flores, 15 años. Pablo Marcelo Guías, 23 años. Cristian Legembre, 20 años. Damián Vicente Ramírez, 14 años. Ariel Maximiliano Salas, 30 años. Mariela Rosales, 28 años. José Vega, 19 años. Carlos Manuel Spinelli, 25 años. Ricardo Álvarez Villalba, 23 años. Ricardo Villalba, 16 años. Walter Campos, 17 años. Juan Delgado, 28 años. Yanina García, 18 años. Claudio “Pocho” Lepratti, 35 años. Rubén Pereyra, 20 años. Sandra Ríos. Miguel Pacini, 35 años. Graciela Acosta, 35 años. Carlos Almirón, 24 años. Gustavo Ariel Benedetto, 30 años. Diego Lamagna, 26 años. Alberto Márquez, 57 años. Gastón Marcelo Riva, 30 años. Rubén Aredes, 24 años. Jorge Cárdenas, 52 años. Romina Iturain, 15 años. Rosa Eloísa Paniagua, 13 años. José Daniel Rodríguez. Sergio Miguel Ferreira, 20 años. David Ernesto Moreno, 13 años. Sergio Pedernera, 16 años. Luis Alberto Fernández, 27 años. Ramón Alberto Arapi, 22 años. Juan Alberto Torres, 21 años. Elvira Avaca, 46 años.

“Primera victoria argentina contra la globalización”. Las cosas que hay que leer. Las vidas de estas personas se perdieron por la negligencia, la ignorancia, la estupidez que nos gobierna hace años. Todos los actores políticos son responsables. Todos. Mis condolencias a todas las familias de tantos muertos en democracia que han sido utilizado con fines políticos. Lo único que quiero escuchar a un político decir, con respecto a todos nuestros conciudadanos muertos es un pedido de disculpas.

Que no se usen más las muertes de nuestros ciudadanos con fines políticos. Basta de esa perversidad.

Sigue la cosa así: renuncia de la Rúa, asume Adolfo Rodríguez Saa, anuncia la suspensión del pago de la deuda externa en el Congreso, los presentes aplauden. ¿Qué aplaudían? Disculpas tendrían que haber dado. Silencio tendrían que haber hecho. Silencio y a laburar, viejo. Siete días después, el 30 de diciembre, renuncia.

El 1 de enero de 2002 asume Eduardo Duhalde. De él me acordaba porque era quien había perdido con de la Rúa en 1999. Promete: “el que depositó dólares, recibirá dólares”. Qué irresponsable, no tenía idea. Así hablan nuestros políticos, no es contra vos, Eduardo.

Dijo también:

“No es momento, creo, de echar culpas. Es momento de decir la verdad. La Argentina está quebrada. La Argentina está fundida. Este modelo en su agonía arrasó con todo. La propia esencia de este modelo perverso terminó con la convertibilidad, arrojó a la indigencia a 2 millones de compatriotas, destruyó a la clase media argentina, quebró a nuestras industrias, pulverizó el trabajo de los argentinos. Hoy, la producción y el comercio están, como ustedes saben, parados; la cadena de pagos está rota y no hay circulante que sea capaz de poner en marcha la economía.”

“No es momento de echar culpas” y dos oraciones después le echa la culpa a “este modelo perverso”.

Es 2002, empiezo quinto año y a pesar de todo este contexto, agradezco de nuevo, no tuve mayores dificultades. Empiezo a pensar en qué voy a hacer cuando termine la secundaria, en qué voy a estudiar. Quiero comprarme un montón de cosas y no tengo plata.


\2003. Todavía tengo 17 años. Empecé el CBC para cursar la carrera de Diseño de Imagen y Sonido, en la UBA. Caminaba 15 cuadras hasta la parada del 28 en Av. Ricardo Balbín (ex Avenida Del Tejar) y la colectora de Gral. Paz. Me acuerdo de la primera vez, el bondi hasta las manos mal, creo que entré último y la puerta cerró gracias a una contorsión que hice. Viajé apoyado en la puerta de adelante todo el viaje. Repleto de pibes y pibas. Todo era raro pero me encantaba mi nueva vida. Me sentía vivo. Yo que pensaba que en la secundaria hacía frío, en las aulas del subsuelo de Ciudad Universitaria aprendí que siempre se puede sufrir más.

Subir la escalinata de Ciudad y ser invadido por pibes y pibas repartiendo panfletos políticos de todos los colores se convirtió en costumbre. Siempre les dije “no, gracias”. La verdad es que no me interesaba. Yo quería estudiar. O en realidad, ni siquiera. Yo quería vivir. Tampoco nunca entendí de qué iban los partidos en Ciudad Universitaria, me sentía muy perdido porque tenían nombres diferentes a los partidos políticos que yo conocía, cuando en realidad eran ramas en la práctica de los otros partidos. Lo hacían para despistar. A decir verdad tampoco entendía por qué diablos había partidos políticos ahí. Para mí todos proponían más o menos lo mismo. Después me enteré que parte de la competencia que había era en pos de controlar los puestos de las fotocopiadoras, que se ve que dejaban buena guita.

Me pregunto si las facultades públicas seguirán siendo así, me respondo solo: seguro que sí. Y la verdad, 20 años después me sigo preguntando lo mismo: ¿qué diablos hace la política en las facultades? ¿Estamos en 1970 o en 2021? En fin.


Todo eso lo tenía escrito en un borrador del sitio loqesangra.com. Otro de mis proyectos. Se me hizo largo.

¿Tengo que hablar de mi vida política? Creo que era una especie de necesidad que tenía, en Junio de 2021. En estos momentos es 31 de Octubre de 2021 y me digo, no des tantas vueltas, Marce. Así que resumo:

De adolescente nos empezamos a juntar con los pibes en el barrio, caminábamos las calles, nos gustaba el punk y el abrazamos al comunismo. Nos parecían injustas las desigualdades sociales y no tener un mango partido al medio.

Durante mucho tiempo me consideré “de izquierda”. En 2009 voté kirchnerismo y me avergüenza un poco decirlo. No tengo nada contra la militancia, estoy seguro que está lleno de buenas intenciones, como yo las tuve en ese momento.

Pero hoy considero que me equivoqué, fiero. Me creí “el relato”, “el modelo” y todo eso. Espero que me de el tiempo para escribir más al respecto.

Hoy soy liberal (ya no sé quién soy) y, a la vez, el discurso de Milei no me gusta nada.

Milei no es igual a “liberalismo”, en mi opinión. No lo conozco.

También me gustaría hablar de liberalismo [TO-DO: liberalismo], en algún momento.

Empiezo este proyecto no pudiendo creer como hay aún gente que ha tenido educación y banca al comunismo (o sus fallidas aplicaciones, por lo menos). Y aún así, no son mis enemigos, bienvenidos todos, de verdad. La unión hace la fuerza y es la única salida.

Sueño con un mundo sin grietas.


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