¡Basta de mentir!
Hace unos años, algunos más, algunos menos, Internet llegaba a muchos de nosotros. Y allí, frente a nuestros ojos, fue desplegándose un mundo nuevo, mágico, lleno de posibilidades. Sacamos la primer casilla de e-mail, que no pasaba el MB de capacidad, entramos a un diario electrónico, etc, etc. Pero probablemente una de las primeras cosas que todos quisimos hacer e hicimos en el primer contacto con la red de redes, fue chatear.
El que estuvo solo frente a una computadora con internet por primera vez, y no entró a alguna salita de chat para putear y sentirse estrella por un momento, hacerse pasar por mujer o al menos intentar levantar a alguien, miente. Lisa y llanamente.
Los pro de aquella época usaban ICQ, con ese número de ID imposible de recordar. Y recién después vino el MSN Messenger. Y ahí sí, todos enloquecimos. El teléfono dejó de ser prioridad, y conseguir el “msn” se convirtió en el primer paso a dar para entrarle a una mujer; de repente todos empezamos a ponernos en bolas frente al monitor; hablábamos a los gritos con gente desconocida mientras nuestra familia se preguntaba si estábamos bajo el efecto de sendos estupefacientes.
Pero también vino lo malo. Los emotíconos, señores. Y con los emotíconos vinieron las reacciones exageradas. Ya no bastaba con un “Chau”, un “Hola”, un “Te quiero”. Ahora había que poner “Chau”, un ícono con un muñecote acostándose, otro con un hombrecito saludando, y el último con un beso. Sino el otro se ofendía.
Y ya no bastaba con poner “jaja”. En aquellas primeras épocas, “jaja” era sinónimo de risa. Sin importar que fuera sonrisa, risa a carcajadas, risa irónica. Era “jaja”. Con la llegada de los emotíconos el “jaja” quedó corto, corto en expresividad. Ahora tenés que poner “jaja” si sonreíste, “jajajajajajaja” si te causó gracia, y varias líneas de “JAJAJAJJAJAJAJAJJAA” si te estás cagando de risa. ¿Pero realmente hace falta?.
Lo que es más grave es regalar jaja’s por doquier, sin medirlo. Hace pocos días me descubrí escribiéndole “jajajajaja” a todo el mundo, hasta que ví mi reflejo en el monitor y era la cara de orto más grande que ví en mi vida, mientras seguía repartiendo jaja’s por ahí.
Así que basta. Volveré a mi “jaja” querido, y si no introduzco ninguna línea de texto después del remate, mi querido interlocutor, es porque tu chiste me parece de lo más estúpido que nos ha dado el mundo. Desde ya le pido disculpas por mi sinceridad.
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