Escuchame…
Hoy te estoy matando.
No, no, hoy estoy cometiendo asesinato. Te estoy matando acá, en mi cabeza.
¿Entendés?
No te creas.
Creo que, ingenuamente, guardaba la esperanza de que volvieras.
Pero me confirmaste que hay que matarte.
Te dije que las palabras no valen nada.
Menos si vienen de mí.
De todas maneras no viene al caso. Lo que pasó, este hoy, no cambió por una frase.
Así iba a ser y así fue.
Hasta nunca.
Una despedida de mierda.
No.
Bah, nunca es mucho.
Andate.
Andate.
Andate.
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