Para escuchar: Carlos Gardel – Senda Florida
Caminar por Florida se trata de mirar cómo vendedores de cuero fichan algún turista y hello, como vai, bonjour, mientras del otro lado contra la vidriera de Harrod’s un joven violinista toca un preludio de Bach, y en la esquina una puta te invita a pasar sin compromiso, y el gorila que fuma y mira y guarda a unos metros nomás, donde también hay un pibito descalzo, tocando un acordeón de juguete, la misma canción.
Se trata entonces de que unas chicas culonas te dejen un 2×1 en Burguer King, a la vez que en Córdoba los malandras abren las puertas de taxi esperando sacar unas monedas, y un lustrabotas le saca brillo a los zapatos de un cajetilla. Más allá una pareja baila tango: atraen los brillos del vestido, no como el viejo de dientes amarillos que hace llorar un bandoneón a lo lejos (menos pintoresco, sí, pero mucho más tango que los otros dos). Y un pintor sin manos sujeta un pincel con los pies, un ciego sacude una lata con monedas, una estatua viviente cambia de posición cuando le hacen un depósito, un flaco con las uñas negras revisa el tacho de basura, y siguiendo hay más putas, más vendedores, más música, más pies descalzos.
Todo esto rodeado por esa cosa de tristeza tanguera, de pobreza indegente, de vacíos de oficina, de sexo por guita, de oportunismo barato y de melancolía gris, que es el único color del que puedo hablar cuando hablo de Buenos Aires.
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