“Hace casi 9 meses que estoy acá. Hecho un ovillo, cómodo y calentito, en una especie de gelatina informe que me cuesta describir, pero más o menos te imaginás, ¿no? Y está copado: acá adentro tengo comida, refugio, bienestar y futuro, sobre todo futuro. Iba a agregar comodidad, como dije antes, pero ahora que lo pienso no es tan así. Bah, lo era en un principio, cuando era un moquito nadando en este mar gigante de fluídos corporales. Pero en los últimos meses estuve creciendo a todo trapo, y ya me cuesta estirarme cuando me despierto, termino pateando y esas cosas.
Y tengo esa sensación, ¿viste? Esa sensación de que ya no hay lugar acá para mí. Como que alguien me banca y me banca, pero en cualquier momento voy a hacer reventar lo que me contiene, así que me quieren afuera. No sé qué pasará.”
Eso lo escribí cuando estuve adentro. Fueron tiempos jodidos, aunque no me daba cuenta. Mirá esa caligrafía, ¿sabés lo que era escribir a oscuras? Ahora ya pasó todo. Conseguí una cuna espectacular, me siguen dando de morfar, me abrigan si tengo calor, me ponen en bolas si tengo frío, un golazo. Bueno, bueno, está bien, el parto fue una cagada. Y sí, lloré como un maricón, ¿qué querías que hiciera? Primero que te cagás de frío, segundo que quedás ciego mal, y tercero que.
Tercero que cuando salís de ahí… cuando cruzás las puertas del lugar que te acunó durante tanto tiempo, con la certeza de que nunca más vas a volver, y con unas manos que te obligan, que te empujan, que te aprietan, te agarra un noséqué acá en el medio del pecho que cómo carajo explicarte. Es una mezcla de sensaciones rara, pero creo que esa ensalada (broncas, pérdidas, dolores, recuerdos, vivencias, impotencias) termina siempre perfilando una terrible tristeza. Terrible, amarga tristeza. La tristeza no es la separación, el abrazo fallido, la distancia física o las manos que empujan. La tristeza es la ruptura del vínculo que nos unía. En ese cordón umbilical que iba de vos hacia mí y de mí hacia vos y que alguien tironeó con tanta fuerza que reventó, que se cortó en un tras, que se desgarró con dolor, una mierda. Ahí está la tristeza. En el vínculo roto.
Después de reventar eso que nos unía, después del tijeretazo y el nudito que me hicieron (quedó el pupo para afuera, no me gusta, pero bueno) nos unirán otras cosas, ya lo sé, generaremos nuevos vínculos desde otro lugar y toda la bola bla blá, historia sabida. Pero el parto fue una reverenda mierda.
Bueno, te dejo, che. La lija que tengo no me deja pensar, voy a llorar en la frecuencia “teta de las tres”.
Adiós amigos.
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