Subte

N. de E.: este texto fue publicado inicialmente en mi blog No Es Porno, que ya no existe salvo acá; va en audio también, la voz es una Inteligencia Artifical de https://elevenlabs.io/ con acento argentino, “Valeria”. 2024.

Habitantes, testigos, moradores, esclavos y transitantes de otra dimensión; noche perpetua en pasillos desolados colmados silenciosos.

Es difícil para la conciencia asimilar de golpe y con solo unas palabras el infinito mismo que se hace presente en estos túneles.

¿Cómo elegir tan solo una porción de ese todo, arrancarla de la colectividad y forjar anécdota de viaje, si justamente ésta nace y se desarrolla en un instante y túnel determinados, inherentes entre sí?

Si estos trenes añejos que recorren las profundidades cargan con un bagaje de músicas, miedos, tristezas, alegrías, despedidas, palabras, silencios, miradas, sonrisas, lágrimas y te quieros que jamás podremos asimilar o comprender o conocer.

Sería tal vez demasiado ambicioso pretender jugar a Dios y seleccionar con frialdad una historia, porque la historia no sería historia sin el conjunto de pensamientos y actividades en las que se vio rodeada desde su inicio.

En recorrido eterno han sido condenados estos vagones, bestias de metal, en recorrido eterno han sido condenadas estas personas, bestias de carne y hueso, en recorrido eterno me encuentro.

En ese ir y venir constante regresás una vez más, para decirme que nunca me vas a dejar, que somos eternos como ese recorrido, que estamos unidos como esos vagones, y me besás con tu boca medio seca y medio húmeda, en ese tramo entre Congreso y Saenz Peña donde el roce de las vías y los rieles se eleva y la luz se apaga y quedamos a oscuras; chispas, sólo chispas. Y cuando la luz vuelve me encuentro solo una vez más, como ese viejo que te entristecía al costado del andén, haciendo combinación de estaciones y alcoholes y penas y olvidos. Viajabas sin destino, recorriendo la ciudad un poco (sólo un poco)

más cerca del núcleo,
y no te importaban los sucesos de allá arriba mientras estés vos,
decías, y te acurrucabas en el hueco de mi costado,
y yo te sentía cálida meciéndote como las manillas blancas,
izquierda y derecha y al revés.

Aún hoy me deslizo por esas escaleras que me llevan a lo profundo recordando aquel día lluvioso y gris, como todo en esta ciudad, en que me tironeaste de la manga y saltando entre escalones me hiciste descender, para guarecernos del diluvio.

Todo está vacío, solo el eco de las gotas exteriores que ya no mojan, el olor a humedad; y me secás la cara con tu mano suave, la misma que con firmeza me hizo bajar, y no decís nada y cerrás los ojos y esperás, esperás ese beso que tengo miedo de darte, pero que viene desde algún ínfimo punto de luz ahí en la oscuridad y nos hace eternos; eternos, así dijiste. Avenida de Mayo, combinación con Línea A.

Y a pesar de lo que digo y escribo termino eligiendo una historia, contrariando mis primeras palabras, porque solo tal vez en la contradicción encuentre la destrucción recíproca a la que me veo sometido cada nueva vez que cruzo las puertas de un vagón que respira y está vivo con tu recuerdo siendo transportado por las entrañas de la tierra.

Fin del recorrido.


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