Soñó un sueño dentro de otro por infinitas veces, como un fractal de sueños que nunca terminaba. Estaba en una cárcel mortuoria de la cual tenía que salir, se sentía preso en el cuerpo y preso en el alma. Sus amigos no lo reconocían. El terror invadía sus huesos. Ya no se acuerda de los detalles. Cambia el modo temporal del lenguaje. El lenguaje que lo transporta y te transporta a través de imposibles realidades. Te vas deslizando como un auto por la nieve cuyos frenos no funcionan. Los dientes apretados por los aparatos que corrigen las fauces. Nunca voy a poder ser lo que quise, nunca voy a ser suficiente para vos. Esa necesidad boba de querer siempre más, ¿y los sueños esos con los que empezaste? Se terminan despiertos. ¿Y las dudas? Las preguntas que nunca terminan, la falta de ganas hasta para cambiar de párrafo, los gritos de los niños que de tan sagrados no se soportan más; no soporto más lo sagrado, quiero matar, sangrar, convertirme en la violencia que nunca pude ser, cagarme bien a piñas con alguien hasta no sentir más dolor de tanto dolor, la cara deformada porque si el dolor es poco, duele, si es mucho ya no se siente; y qué sabés vos y qué se yo si nunca dolí ni doliste más allá de unas palabras como estas.
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