Deberes Atrasados (cárceles de “tenés qué”)

Ver tambien: “ME ESTRESA LAVAR LOS PLATOS”


(En 2006, escribía… La vida es una cárcel con las puertas abiertas)


I. La cárcel invisible

La vida es una cárcel con las puertas abiertas.

Algunos se quedan por miedo, otros porque creen que la llave está afuera. Yo estuve ahí, encerrado por mis propios deberes, convencido de que cumplir me salvaba, de que portarse bien era sinónimo de estar vivo.

Durante años creí que la obediencia era una forma de amor, que sostenerlo todo era lo correcto, que ser “el responsable” me convertía en alguien digno.

Hoy entiendo que uno también puede morir de obediencia, que la docilidad es un modo lento y elegante de desaparecer.

En retrospección constante me he peleado con mis yo anteriores. Como artista —y como hombre— parece casi un deber esa lucha con uno mismo: el combate interminable entre lo que fuiste y lo que querés ser. Muchos mueren en esa batalla, peleando contra sus propios reflejos. Yo sigo, aunque sea por deporte o por costumbre.

“Tenés que” ser fiel a vos mismo

Una vez Silvia, la psicóloga, me dijo una frase que se me quedó tatuada: “Tenés que ser fiel a vos mismo.” Lo dijo sin énfasis, pero con ese tono de quien te está señalando una verdad que te va a doler.

La infidelidad de la que hablábamos no era a otra persona, era a mí mismo.

Yo estaba en una relación donde ya no había nada que respirar, conocí a alguien más, me enamoré un poco, lo justo para sentirme vivo otra vez, y me sentí culpable por eso.

Como si haber sentido fuera una traición. Silvia me dijo: “Amarse así, como te amás con culpa, no es amor.” Y tenía razón. Pero ser fiel a uno mismo es difícil cuando te educaron para cumplir, cuando la culpa es el idioma en el que te enseñaron a pensar.

II. La religión del deber

El deber es una religión silenciosa. No necesita templo, ni cura, ni promesas de paraíso. Vive en las frases que nos repiten desde chicos: hay que ser buen hijo, buen padre, buen ciudadano, buen amante, buen tipo.

Hay que responder, sostener, no fallar. Y uno lo asume con naturalidad, como si esa fuera la condición para merecer cariño. Pero un día descubrís que no vivís: administrás expectativas.

Que el “tenés que” se mete en la sangre como una orden que nadie te dio directamente, pero que obedecés igual.

Tenés que levantarte. Tenés que producir. Tenés que pagar. Tenés que cuidar. Tenés que quedarte. Tenés que, tenés que, tenés que. Hasta que un día te das cuenta de que nadie te lo está pidiendo ya, que el carcelero se jubiló y vos seguís haciendo guardia.


Ver también: “ME ESTRESA LAVAR LOS PLATOS”


Durante años confundí deber con amor y culpa con moral.

Aprendí que cumplir no te salva: sólo te mantiene preso con buena conducta.

Los cumplidores no sabemos parar. Siempre hay algo más que hacer, algo más que arreglar, alguien más que cuidar.

Así se nos va la vida, entre facturas pagadas y sueños pendientes.

A veces incluso hacemos de la obligación una identidad: “soy el que se hace cargo”.

Y cuando ya no hay nada que sostener, sentimos vértigo. La libertad no se soporta sin culpa. Por eso hay quienes prefieren el encierro voluntario de la responsabilidad constante: el deber como excusa para no pensar qué se quiere realmente.


III. El “tenés que” y sus cárceles

El “tenés que” es el látigo más suave y eficaz que existe. Nadie lo impone, uno lo internaliza.

Está en todas partes: en la pareja, en el trabajo, en la familia, en la amistad.

Es un mandato que no suena violento porque se disfraza de amor.

  • “Tenés que hacerlo por los chicos”
  • “tenés que ser comprensivo”
  • “tenés que tener paciencia”

“tenés que pagar la cuota, si no, el nene no viaja.”

Señora B.

Lo escuchás mil veces hasta que ya no sabés si lo dicen o si lo decís vos.

Así el deber ajeno se vuelve propio, y tu vida pasa a girar alrededor de las demandas de los demás.

Lo más perverso es que muchas veces el “tenés que” viene de quienes se sienten víctimas de todo.

El narcisista, por ejemplo, convierte cualquier incomodidad personal en tu responsabilidad.

Su miedo al caos lo lleva a controlar cada detalle del entorno, y cuando no puede, recurre al drama, a la moral o al chantaje afectivo. No lo hace siempre por maldad: lo hace porque el control es su manera de sobrevivir.

Donde vos ves manipulación, ellos sienten pánico.

Y como vos amás, empatizás, te esforzás por no dejar que se derrumben, y terminás sosteniendo su estructura entera.

Ese es el error. Pensar que el amor puede curar una neurosis. Que si hacés las cosas bien, si te mostrás disponible, si sos amable, la otra persona va a cambiar.

No cambia.
Solo se refuerza.

El amor se convierte en administración de daño.

El “tenés que” es una cuerda que uno mismo se ata al cuello creyendo que es un abrazo.

Así es como el amor, en lugar de expandir, reduce.
Cuando el vínculo se rige por la obligación, la ternura se evapora y queda sólo la contabilidad de esfuerzos.

A veces, incluso, el narcisista ni siquiera necesita repetir el “tenés que”. Ya lo instaló en vos. Lo decís solo, lo anticipás, lo ejecutás antes de que te lo pidan.

Ese reflejo —obedecer sin mandato— es la señal de que ya no sos vos quien vive tu vida.


IV. Salir de la cárcel

Fui infiel muchas veces, pero no en la forma en que se imagina.

Fui infiel a mis propias ganas, a mis silencios, a mi descanso, a mi música.

Y esa infidelidad tiene otro nombre: autoabandono.

Porque cuando uno se posterga en nombre del deber, termina sirviendo a dioses que no existen.

Cada “tenés que” nuevo es una cadena más, y lo más triste es que muchas veces uno agradece esas cadenas porque le dan sentido, porque sin ellas se siente perdido.

Venía asfixiado; y el amor asfixiante, asfixiante amor no es amor; así me decías: “amarse así como nos amamos, no es amor”, y no puedo coincidir más, “GORDA”; separémonos y respetemos lo que hicimos-

Ver tambien: ¿Por Qué Me Odiás?

¿Por Qué Seguirás Odiando?

(Te); porque si odiás; TE odiás, primero; y luego odiarás… andá a saber, vos sabés.

El odio podrá ser a veces quizás un pico de estrés o un escape; odiar, odiarte, odiarme como escape de algo más; otra cosa lo detona.

No te despertás cada mañana odiando, ¿o sí?

Why so haty, Mummy? Let’s be friends.

Inentendible.


¿Y vos; Qué Tenés Que HACER?

Esta pregunta combinada con tu fidelidad.

Porque le agregaría a “Vos tenés que ser fiel a vos mismo” : “y adonde quieras depositar tu fidelidad”; que al fin y al cabo, vendría a ser un deber, por si no lo sabés o no lo tenés claro.

Ahora, qué sucede… la fidelidad podemos decir que es una one way street; quizás también el amor y otros sentimientos de tipo altruísta; del tipo donde una persona da sin esperar nada a cambio; aunque ese absoluto no exista, porque esa persona que da, sí transacciona de alguna manera, brindando su tiempo, de por sí;

¿Alguna vez dejó de hacer algo suyo, propio, en pos de hacer algo por o de otro, ajeno?

Hay que ser bueno pero no hay que ser boludo.

No asumas las responsabilidades ajenas.

No tenés que agradarle a nadie.

La gente agradará de tí o será desagradable contigo, irremediablemente, más allá de vos, por eso, como dijo el negro jefe:

Los de afuera son de palo.
Vos sos lo de adentro primero;
luego el resto

afuera el afuera

out

side.


Ver también: Nadie Escucha A Tu Papá

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